sábado, 23 de diciembre de 2006

Ceremoniales para la Muerte de un Dictador Chileno

Controversia, indignación, sorpresa, orgullo, admiración, antipatía, odio, alegría, desinterés, etc, etc, etc. Son muchas las expresiones y sentimientos que generó en Chile la muerte del dictador Pinochet el pasado 10 de Diciembre de 2006. Este hecho accionó todos los planes y procedimientos que se habían establecido para este día. Por lo demás, los caminos a seguir ante tan magna situación, se habían planeado desde hace mucho tiempo, pero nunca se había tenido la certeza de las condiciones políticas, sociales y económicas en que se encontraría el país. Mucho menos se tenía en la óptica que una mujer, la primera Presidenta de Chile, estuviera al mando de la nación cuando los acontecimientos de la muerte de Pinochet se presentaran. Más aún cuando ella, su madre y Querido padre fueron detenidos y torturados por el régimen del dictador.


Es así como se comienza a vivir las tensiones que conlleva la muerte de un hombre que marcó la historia de Chile. El gran tema que emerge es qué tipo de ceremonial correspondía hacerle. Quizás, por hechos precedentes, por estilos o por cultura política, lo más probable que un presidente de Chile hombre, hubiese generado espacios de negociación al respecto, en especial con la derecha política, siempre pinochetista aunque con gran disimulo en algunos momentos (para ganar alguna elección o simpatía de ciertos sectores). Sin embargo, la decisión presidencial de no someter el funeral de Augusto Pinochet Ugarte a los protocolos reservados a los jefes de Estado implica una decisión doctrinaria trascendente para el sistema democrático: los honores de Estado están reservados sólo para aquellos mandatarios cuya ascensión al poder ocurre mediante vías constitucionales y no a través de golpes de Estado o actuaciones ilegítimas de fuerza. ¡Y punto!.

Los ceremoniales de Estado tampoco están disponibles para personajes que, al momento de fallecer, están siendo enjuiciados por la comisión de los más graves delitos existentes contra los derechos humanos y por delitos contra la propiedad que le pertenecen a todos los chilenos y chilenas. En el caso de Pinochet, aunque no alcanzaron a dictarse sentencias condenatorias en su contra, judicialmente existen presunciones fundadas de su participación como autor de muchos de dichos crímenes.

Por otro lado, el Ejército ha decidido, y el Ejecutivo ha refrendado, que a Pinochet se le rindan honores militares, descuidándose el hecho que dichas ritualidades también son públicas, y son -y debieran ser- parte de la doctrina del Estado sobre el mundo militar y el uso de la fuerza legítima. Doctrina que señala cómo ejercerla, siempre con estricto apego a la ley, la Constitución y el honor militar. Tales honores se pierden de acuerdo a reglas militares estrictas, juzgadas por las propias instituciones. En este caso puntual, es el propio Ejército el que debería asumir si está actuando conforme a doctrina y si ella es coherente con los principios y valores que sostiene hoy el Estado chileno, más allá de cualquier consideración de amistad o camaradería.

El dictador Pinochet, en estricto rigor, es un personaje del siglo pasado, que perdió su relevancia política real con su derrota en el plebiscito de 1988, junto a sus aliados y súbditos de ese entonces, que son los mismos de hoy, aunque a veces intenten camuflarse. Sin embargo, las ambigüedades de la transición chilena a la democracia le permitieron mantenerse como comandante en jefe del Ejército hasta 1998 y usar a su institución castrense como un instrumento para asegurar su perfil político y su proyección mediática, que resultaron humillantes para la ciudadanía, un remanente indebido de su antiguo poder absoluto y un atraso profesional incalculable para el Ejército.

Utilizando los residuos de temor social dejado por sus masivas violaciones a los derechos humanos, siguió jugando un papel de amedrentador. Basta recordar al respecto los denominados ejercicio de enlace y boinazo, papel que sólo resulta explicable por los yerros del poder civil en los temas militares y la incondicionalidad (hasta poco después de su detención en Londres) de los poderes económicos beneficiados con su régimen. De ahí la importancia del paso adelante dado por la Presidenta de Chile Michelle Bachelet en materia de doctrina democrática, de cara al siglo XXI, al negar a Pinochet Ugarte un funeral reservado a los ex jefes de Estado, porque viene a suplir omisiones de los gobiernos anteriores y, más allá de las críticas que hará la oposición, fija las condiciones para que se entienda el significado de los honores republicanos.

Esto abre un gran desafíos a los soldados chilenos de hoy, los del siglo XXI, los que se están formando en democracia, pero que sin duda son aún acechados por las sombras del pinochetismo. Son ellos, los que debe ayudar a que los propios militares, sus pares, sus camaradas y sus familias, miren con sentido crítico su realidad y juzguen si las violaciones a los reglamentos militares y a los derechos humanos, las mentiras constantes y la apropiación o uso indebido de los bienes públicos por cualquier militar, de cualquier rango, no son causa suficiente para privarlo de los honores con que se premia a los mejores.

Las paradojas de la vida siguen y siguen. El deceso del anciano dictador se produjo justo un 10 de diciembre, fecha aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.


lunes, 11 de diciembre de 2006

Pinochet: El Soldado que Nunca Puso el Pecho….

Presenciar como se construye la historia de Chile es algo memorable. Sentir que estás viviendo algo que por siempre en los anales y las páginas que se escribirán de este momento perdurarán por siempre. Las preguntas y reflexiones que ayer se hacían no han terminado, no concluyen. Hoy surgen nuevas interrogantes y las hacen nuevas generaciones. ¿Qué pasa con Chile en este nuevo escenario?.

La muerte del ex dictador Augusto Pinochet Ugarte , ocurrida la tarde de este domingo 10 de Diciembre en el Hospital Militar de Santiago, no dejó indiferente a nadie. Pues las expresiones y sentimientos van mucho más allá de los juicios que podemos hacer quienes hemos sido tocados, directa o indirectamente, por su poder, su gobierno, su imagen, su sobervia. Más allá, incluso, de quienes fueron tocados por sus incalculables beneficios y protección.

Todo vuelve a foja cero. El dictador ha muerto, pero las preguntas siguen surgiendo por doquier. Las reflexiones siguen construyéndose desde diversos prismas y vivencias. Mi hijo de 8 años pregunta ¿Pinochet fue un soldado valiente papá?. Un silencio en el seno familiar, pues en la escuela se les “enseña” a nuestros hijos que todos los soldados que han hecho historia en Chile son valientes.

Replico a mi hijo: ¿qué entiendes por soldado valiente?.... Esos que ponen el pecho, me dice. Respondo, no hijo, el murió impune, nunca puso el pecho…

Ha comenzado nuevamente otra parte de nuestra historia. Los protagonistas ya no debieran ser los de siempre. Los protagonistas debieran ser los de hoy y los del futuro. Mi hijo es uno de ellos. Quiero para él otro Chile, pero nunca antes sin advertirle que, sin memoria y sin justicia, no hay un nuevo Chile. La memoria, para sustentar nuestra identidad y no hacer a otros lo que nunca te gustaría que hiciesen contigo; y la justicia por la estabilidad y tranquilidad que todo hombre y mujer necesita cotidianamente para vivir en sociedad, para que entiendas siempre que tu libertad termina donde comienza la del otro…

Pinochet ha muerto, pero por el hecho de no haber “puesto el pecho”, la historia ya comenzó a contarse nuevamente, los juicios históricos al dictador ya se están replicando por el mundo y la memoria colectiva de Chile. Así será por mucho tiempo más, así será "estudiado", como un hombre más que ha hecho historia en Chile, pero no como un "valiente soldado"...