En este contexto, la discusión central está radicada en el tipo de democracia que aspiramos como país. Por ello, es necesario que las y los jóvenes se sientan representados, pues según he constatado, uno de los problemas centrales que contribuyen al distanciamiento de la juventud con la actividad política es el escaso reconocimiento de representación que los primeros atribuyen a la segunda. La estructura política actual de carácter “Binominal” no promueve la adaptación de las alternativas políticas a las demandas del electorado, sino más bien, genera la exigencia a los electores de elegir una de las dos opciones mayoritarias propuestas o simplemente renunciar a la expectativa de ser representado. Esto desincentiva la búsqueda juvenil de representación política, más aún, si atendemos a la multiplicidad de expresiones y variedad cultural de las “juventudes” chilenas actuales.
Así, es preciso avanzar hacia un sistema distinto, que permita una elección real, un vínculo más simétrico entre representantes y representados y un equilibrio adecuado entre mayorías y minorías, pues el imperativo de resguardar los derechos de las minorías no puede ni debe ser confundido con un sistema donde la búsqueda de referentes políticos mayoritarios vulnere el principio democrático de la representatividad. Las y los ciudadanos deben ser libres en el sentido de que deben ser puestos en condiciones de tener alternativas reales, es decir de escoger entre diversas soluciones.