Según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional 2003 (Casen), uno de los principales avances fue el experimentado en la educación, que se traduce en el aumento en los años de estudio de la población. Y precisamente este progreso -que benefició al segmento de menores ingresos- da cuenta que son los jóvenes de 15 años o más, quienes aumentaron de un 9,8 a un 10,1 por ciento entre el 2000 y el 2003, su escolaridad. Aún cuando este incremento parezca reducido, lo importante es que a través de las políticas gubernamentales se logró que en el 10 por ciento más pobre de nuestra población, los jóvenes entre 15 y 24 años tengan 1,6 veces más años de estudio que sus padres y casi tripliquen la de sus abuelos.
A la luz de los resultados, podemos también inferir que la promulgación de la ley impulsada por el Presidente Lagos y que establece escolaridad obligatoria de 12 años, es un pilar fundamental para sostener y consolidar estas cifras.
En la educación superior, los resultados son alentadores. La cobertura aumentó de 16% en 1990 a 37,5% el año pasado. El alza ha sido importante en todos los estratos socioeconómicos, pero lo más importante es que en el 20% más pobre, aumentó de 4,4% a 14%.
Respecto de la deserción escolar, los datos nos indican que entre los años 2000 y 2003, el porcentaje de personas entre 14 y 17 años que no estaba asistiendo a la escuela se redujo de 9,9% a 7,2%. Sin embargo, aún nos quedan desafíos por delante, por cuanto pese a que la cobertura educacional en la enseñanza básica es prácticamente de 100%, aún quedan jóvenes que están fuera del colegio e inclusive, en el 20% más rico de la población, existe un 1,3% de jóvenes que están fuera de la educación formal.
Se ha avanzado, es cierto, pero las causas de abandono escolar, siguen siendo las mismas que la medición registró el año 2000, lo cual nos plantea nuevas metas. Mujeres que desisten del colegio por maternidad y embarazo y hombres que lo hacen por empleo y problemas de rendimiento, son los motivos por los cuales la y los jóvenes abandonan las escuelas, debiendo ello constituir una principal preocupación.
Pero el avance no sólo puede traducirse en cobertura, sino que un desafío pendiente es también la calidad y pertinencia. Es aquí donde se abren buenas oportunidades. Si miramos la Reforma Educacional por ejemplo, debiera ser un pilar fundamental que nos lleve innovar y crear una nueva educación para Chile, impregnada de tolerancia, diversidad, de cara a las nuevas tecnologías, a la exploración de mundos nuevos y ámbitos que permitan dar saltos cualitativos, que marquen ventajas comparativas de lo que otros países hacen en esta materia. El horizonte al que avanzamos debiera poner siempre el acento en que esta nueva educación a la que aspiramos permita hacer de Chile un país más justo, solidario, democrático y emprendedor.
A la luz de los resultados, podemos también inferir que la promulgación de la ley impulsada por el Presidente Lagos y que establece escolaridad obligatoria de 12 años, es un pilar fundamental para sostener y consolidar estas cifras.
En la educación superior, los resultados son alentadores. La cobertura aumentó de 16% en 1990 a 37,5% el año pasado. El alza ha sido importante en todos los estratos socioeconómicos, pero lo más importante es que en el 20% más pobre, aumentó de 4,4% a 14%.
Respecto de la deserción escolar, los datos nos indican que entre los años 2000 y 2003, el porcentaje de personas entre 14 y 17 años que no estaba asistiendo a la escuela se redujo de 9,9% a 7,2%. Sin embargo, aún nos quedan desafíos por delante, por cuanto pese a que la cobertura educacional en la enseñanza básica es prácticamente de 100%, aún quedan jóvenes que están fuera del colegio e inclusive, en el 20% más rico de la población, existe un 1,3% de jóvenes que están fuera de la educación formal.
Se ha avanzado, es cierto, pero las causas de abandono escolar, siguen siendo las mismas que la medición registró el año 2000, lo cual nos plantea nuevas metas. Mujeres que desisten del colegio por maternidad y embarazo y hombres que lo hacen por empleo y problemas de rendimiento, son los motivos por los cuales la y los jóvenes abandonan las escuelas, debiendo ello constituir una principal preocupación.
Pero el avance no sólo puede traducirse en cobertura, sino que un desafío pendiente es también la calidad y pertinencia. Es aquí donde se abren buenas oportunidades. Si miramos la Reforma Educacional por ejemplo, debiera ser un pilar fundamental que nos lleve innovar y crear una nueva educación para Chile, impregnada de tolerancia, diversidad, de cara a las nuevas tecnologías, a la exploración de mundos nuevos y ámbitos que permitan dar saltos cualitativos, que marquen ventajas comparativas de lo que otros países hacen en esta materia. El horizonte al que avanzamos debiera poner siempre el acento en que esta nueva educación a la que aspiramos permita hacer de Chile un país más justo, solidario, democrático y emprendedor.
2 comentarios:
Si bien la educación chilena en general ha avanzado, de eso no hay mucha duda, creo que también se ha estancado en algunos aspectos importantes, como por ejemplo la inexistencia de ramos o líneas que permitan formar ciudadanía (educación cívica), como así también la ausencia de educación sexual.
Estos son aspectos importantes cuando uno da un vistazo a lo que se avanzado y cuanto falta para lograr niveles superiores de desarrollo.
Me parece que la clave para avanzar en calidad de educación tiene que ver con la apertura que nuestro sistema de educación debe tener hacia las nuevas tecnologías de la información y comunicación.
Esto no sólo implica contar con nuevos equipamientos e infreastructura, sino que lo más importante es dotar de mejores capacidades y habilidades a los profesores. Ellos son los llamados a liderar los saltos cualitativos con estas nuevas herramientas de educación.
Hernán Portal Aguilar
Profesor de Historia y Geografía
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